Un muerto por la vida de pecado, narcotraficante confeso, no posee el Don divino para resucitar muertos políticos, sin importar el nivel alcanzado, ni por el tipo de relación estrecha, que contribuyó a hundirlo. El coro perverso que pide a Leonel que se refiera al caso del confeso narcotraficante, forma parte de un arma letal, utilizada para querer hacer resucitar a muertos políticos, derrotados en más de una oportunidad por el pueblo dominicano por el León. Leonel, un maestro de la política, no ha caído en la trampa maldita.
La misión del próximo presidente Leonel Fernández Reyna, es seguir anunciando las nuevas buenas, trabajando a favor del progreso y el desarrollo de la República Dominicana y por eso dice dejemos que los muertos se entretengan con sus muertos, que equivale a decir, no darle cabida al mal, la muerte, y por el contrario, continuar promoviendo el bien, la vida.
El grupo y su vocero que ha puesto en marcha la campaña perversa contra Leonel, están muertos por la vida de pecado, al ser su causa de muerte, la maldad, usan el recurso de la ofensa pública, la ignominia, como medio para intentar ensuciar la moral de ciudadanos como Leonel, que promueven el bien.
Leonel como no es juez, ni mucho menos Dios, no juzgó a nadie directamente en su carta, pues le dio el lugar que se merecen los muertos, el cementerio, al ser parte del crimen organizado internacional; actuó en dirección contrario, como le correspondía, protegiendo del mal del narcotráfico a la sociedad dominicana con firmeza.
Los muertos por la vida de pecado, con su maldad, son como el alacrán, que su naturaleza es picar, de ambos, no podemos esperar nada bueno, solo perversidad.